lunes, 27 de agosto de 2012

China, sin pelos en la lengua

Aprovechando el cuestionario que un amigo me envió hace poco, y tras varias peticiones de conocidos en México, hoy publico este texto sobre por qué vine a China y qué hago tan lejos de mi tierra.

¿Cuál era tu opinión de China antes de conocerla?
Debo ser sincero y decir que, como muchos, yo sabía muy poco de China. Claro, había leído sobre la Gran Muralla, sobre Confucio, sobre los grandes inventos chinos de la antigüedad. Pero más allá de esas cosas que uno puede aprender de los libros y la prensa, desconocía casi todo sobre este país. Por lo tanto, mi opinión era muy limitada.

En ese entonces decía: “China es la fábrica del mundo, es un país lleno de cultura por todas partes, con gente muy trabajadora y disciplinada; es el contrapeso comunista de Estados Unidos, con un sistema económico diferente que puede ser ejemplo para el mundo…”. Hoy, a tres años de distancia, sé que algunas de esas cosas que pensaba eran ciertas, y otras, lamentablemente, no.

Rumbo a China en 2009 / Foto: Juan Carlos Zamora
¿En qué año viniste a China y por qué?
Llegué a este país en septiembre de 2009, contratado para trabajar en Radio Internacional de China, la emisora estatal cuya misión es transmitir hacia el exterior toda clase de propaganda gubernamental, noticias, programas culturales, música y todo aquello que ayude a reforzar lo que los expertos denominan el “soft power” o poder blando de China.

Instalaciones de CRI /  Foto: Juan Carlos Zamora
¿En qué ciudad resides?
Vivo en Beijing, la enorme capital, donde habitan alrededor de 20 millones de personas, según cifras oficiales. Aunque otros números revelan que la cifra real podría ser de 40 millones, debido a la gran cantidad de ilegales que vienen de otras provincias a trabajar en la ciudad y sus alrededores (los chinos sólo pueden mudarse a otro lugar para trabajar si el gobierno lo autoriza y les extiende un tipo de “pasaporte interno”). Como sea, son muchísimos chinos coexistiendo en esta urbe.

El nombre “Beijing” viene de (běi), que significa “norte”, y (jīng), que significa “capital”. Literalmente es la “capital del norte”, y hace referencia a que la ciudad está en la zona septentrional de China. En la antigüedad, la capital se encontraba en el sur del país, en la ciudad de Nanjing -南京 (Nánjīng), “capital del sur”.

¿Cuál fue tu primera impresión de China?
Debo decir que, cuando pise tierra china por primera vez, quedé impresionado. Llegué al Aeropuerto de la Capital, en Beijing, y me quedé con la boca abierta, pues no sólo es monumental, sino que además es uno de los aeropuertos más modernos de todo el mundo. Después recorrí en auto los más de 40 kilómetros que separan el aeropuerto del que hoy es mi hogar, y vi una ciudad llena de edificios altísimos, avenidas anchas, bien señalizadas y con asfalto en excelentes condiciones (a diferencia de la ciudad de México); muchos, muchísimos autos nuevos, mucha gente en todas partes y un constante olor a humo, producto de la fuerte contaminación que hay en la ciudad (y en toda China).

Poco después de llegar al departamento donde me instalaría, fui a una plaza comercial a comprar cosas básicas y me sorprendió ver anuncios de McDonald's, KFC, Coca-Cola y demás en caracteres chinos (¿acaso no era China un país comunista?), y luego quedé impactado cuando entré a un Carrefour: era un supermercado como cualquier otro, pero al mismo tiempo no lo era: había olores distintos, frutas rarísimas, una cantidad incontable de gente y varios vendedores gritando, vendiendo pescado fresco que sacaban de unas enormes “peceras” para luego golpearlos y quitarles las tripas ahí mismo.

Centro comercial en Beijing /  Foto: Juan Carlos Zamora
En resumen, la primera impresión que tuve de China fue la de un país moderno, contaminado, muy alejado del comunismo, repleto de gente y con escenas rarísimas que, sí, me hacían sentir en China.

¿A qué te has dedicado en China durante estos años?
Vine a China a trabajar como periodista, y aquí he desempeñado todas las facetas de dicha labor. Soy locutor y he conducido programas de entrevistas, cultura y análisis de la sociedad china; soy productor de contenido radiofónico y he elaborado cápsulas noticiosas, deportivas y culturales; soy realizador de videos y he dirigido la producción de materiales, pero también he ejercido de camarógrafo y editor; soy reportero, y he cubierto diversos eventos, principalmente de corte cultural y diplomático; soy corrector de estilo, y he dado forma a miles de textos traducidos por compañeros chinos al español, los cuales requieren una “manita de gato” para poder ser comprendidos por los hispanohablantes. En fin, he sido de todo un poco. Lo disfruto y aprendo de ello cada día.

En el estudio /  Foto: Juan Carlos Zamora
¿En algún momento te has sentido solo, triste o indignado desde que vives en China?
Sólo y triste, nunca. Soy una persona muy adaptable a las circunstancias y busco siempre sacar lo mejor de cada situación, lo que me permite mantener una buena estabilidad emocional. Debo agregar que tengo pareja en China, lo cual ha sido un importante factor para que me sienta a gusto y pleno todos los días.

Indignado, sí. Por las injusticias y las estupideces que veo en China a diario. Ver cómo la gente se casa sin amor debido a la gran presión social; cómo las mujeres son vistas aún como seres de segunda categoría; cómo el gobierno chino destruye su patrimonio cultural en pos de la “modernidad” y, no conforme con eso, acaba con culturas antiguas como las del Tíbet o Xinjiang; cómo China vende su cara “amistosa” al mundo, cuando está iniciando una nueva era de imperialismo. Esas cosas me indignan, claro.

Tumba antigua vs. edificio moderno en Xinjiang
/  Foto: Juan Carlos Zamora 
¿Alguna historia interesante o graciosa para compartir sobre la diferencia cultural o lingüística?
Hasta hoy día no puedo hablar chino. Lo he intentado, pero soy malo para las lenguas y el chino es, de verdad, un idioma muy difícil de aprender y al cual hay que dedicarle tiempo completo al menos durante dos años. Me defiendo con lo básico para sobrevivir. Eso ha sido una limitante para comunicarme con mucha gente, pero también ha generado situaciones muy divertidas.

En alguna ocasión, con sólo unos días en China, fui a conocer algunos lugares turísticos de Beijing, y como no sabía nada de mandarín les hacía señas a todos. Pero aquí las señas son diferentes. Entonces, cuando preguntaba el precio de algo, me torcían la mano de forma muy extraña, yo les daba un billete y me daban a entender que no, que era mucho. Repetían el gesto extraño y yo les daba una moneda, y tampoco le atinaba. Después aprendí que la forma de decir los números con la mano es muy distinto que en México.

Aún a señas me he podido comunicar /  Foto: Juan Carlos Zamora
Así se cuenta en China / Foto de  http://nuestropedacitodeoriente.blogspot.com 
También recuerdo el primer día en la oficina. Como soy latino, y nosotros somos muy besucones y cariñosos, siempre saludo de beso en la mejilla a las mujeres y doy la mano a los hombres. Eso hice cuando me presenté en Radio Internacional de China, y me di cuenta del error que cometí cuando una compañera, asustadísima, me empujó y me dijo “¡no, no, no!” agitando fuertemente las manos. Ahí supe por primera vez de la frialdad china en las relaciones sociales.
  
¿Qué te gusta más de China o qué ventaja crees que tiene vivir en China?
Hay muchas cosas que me gustan de China, y por eso sigo aquí. Una de ellas es que, a pesar de la gran destrucción de su patrimonio, aún conserva una gran cantidad de elementos culturales dignos de admiración, como los templos, las costumbres antiguas y la gente, especialmente los ancianos, que son supervivientes de aquella China que leí en los libros y que ya no es más.

La comida me fascina. Hay una gran variedad y casi toda la que he probado me ha gustado mucho, tanto los platillos dulces del sur, los salados del norte o los picantes del oeste. Creo que el hecho de ser mexicano ha preparado mi paladar para las combinaciones de condimentos tan extrañas que hay aquí. No quiero decir que todo sea bueno. Hay, por ejemplo, un platillo que se llama “tofu maloliente”, y el nombre se queda corto: es un guiso de queso de soya hervido en un caldo de verduras fermentadas que genera un olor insoportable, pero que a los chinos les encanta. Debe ser algo similar al gusto de los mexicanos por los tacos de tripa, que huelen igual de mal.

Fan de (casi toda) la comida china /  Foto: Juan Carlos Zamora
Me han gustado mucho algunos paisajes de China, especialmente los de la zona musulmana ubicada al oeste del país, que aún no están tan afectados por la urbanización enfermiza que hay en este país. Recuerdo en especial la carretera que va de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang a Pakistán, que pasa en medio de ríos y montañas nevadas. ¡Espectacular!

Panorámica de la carretera Xinjiang-Pakistán /  Foto: Gabriela Becerra
Vivir en China tiene muchas ventajas. Para quienes nos gusta la investigación social, este país es un caldo de cultivo tremendo. Yo me considero muy afortunado por poder ver en carne propia los interesantes cambios que está viviendo la nación que, dicen, podría ser en pocos años la primera potencia mundial. Les doy algunos ejemplos: Beijing está llena de flamantes y enormes edificios de cristal y centros comerciales modernísimos, pero en medio de ellos la gente se congrega en gran cantidad para bailar, o bien, sale con una tinaja de plástico llena de agua a lavarse el pelo en plena calle, y los niños se bajan el pantalón y se hacen pipi sin pudor alguno, mientras los papás compran algo en cualquier tienda. La ciudad se desarrolló tan rápido y tan de golpe, que a los habitantes no les dio tiempo de acoplarse a la nueva vida citadina. Esa mezcla entre el primer mundo y la provincia es fascinante.

Niña haciendo pipí en una calle comercial /  Foto: Gabriela Becerra
Ahora, para quien guste de los negocios y el dinero, es un buen lugar para trabajar o poner una empresa o un restaurante. Pero en esas aguas no navego.

 ¿Qué opinas de los recientes casos de mal comportamiento por parte de expatriados que viven en china?
Doy contexto. Hace poco se difundieron en los medios de comunicación un par de imágenes de extranjeros realizando cosas indeseables: uno intentó abusar de una chica en la calle y el otro insultó a una mujer en un tren. Eso desató una campaña xenofóbica en China, en la cual comenzaron a revisar pasaportes en todos lados y sancionaron a muchas personas.
  
Debo decir que hay cientos de extranjeros en este país que se comportan como verdaderos hooligans y tratan a los chinos como si fueran de segunda categoría ¡en su propia tierra! Esto, claro, desata la ira de cualquiera, y estoy de acuerdo en que esa clase de gente no debe tener cabida en ningún lugar.

También es cierto que algunos chinos ven con recelo a los extranjeros, nos insultan, nos venden las cosas más caras o tratan de engañarnos para sacarnos dinero. Pero nada de eso justifica un mal comportamiento en un país que nos ha recibido de buena manera.

Creo que la reciente campaña antiextranjeros no tiene que ver con esta clase de gente, que existe en todas partes del mundo. Más bien se debe a una política gubernamental que poco a poco cerrará la puerta a los foráneos. Me explico:

Hoy somos muchos extranjeros en este país, pero no porque nos quieran mucho, sino porque el gobierno chino nos necesita. Quiere gente preparada en ciertas áreas en que los chinos aún no son buenos, aprenden de nosotros ciertas cosas y, después, cuando consideran que ya no somos útiles, nos dan las gracias. Pero bueno, durante el tiempo que estamos aquí no la pasamos mal, así que la cosa no es tan grave.