Viernes 2
de diciembre. 7:00 de la mañana.
Los
primeros copos de nieve comienzan a caer. Afuera, hasta el viento tiene frío.
Lentamente, al ritmo del segundero de un reloj, Beijing queda cubierta con un
manto blanco.
Asomarse
por la ventana es revelador. De un momento a otro, la rutina les cambia a
muchos. Algunos, como yo, sonreímos al ver los fractales de hielo que irrumpen
en la monotonía de la ciudad. Otros muestran su cara de fastidio, pues se
vislumbra un día difícil: hay que llevar paraguas, abrigarse un poco más, tener
cuidado al pisar, evitar mancharse de lodo.
Imagino los
titulares por la tarde: “Nevada provoca retrasos en vuelos y cierre de
carreteras”, “Primera nevada invernal causa caos en el tránsito”, “Pronostican
que continuará el mal tiempo en Beijing”.
Nada
importa. La nieve es un relámpago en medio de la noche, que nos regala
pinceladas únicas de la capital de China.
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