Hablar de la
matanza de estudiantes ocurrida en Tian’anmen en 1989 aún es un tabú en China. La
mayoría de mis compañeros de trabajo, cuando menciono por alguna razón el tema,
hacen como si no entendieran. Peor aún, alguna vez uno me pidió que bajara la
voz, porque es un tema delicado para hablar en una oficina china.
Para muchos
jóvenes nacidos en la década de los 90, la masacre de Tian’anmen es un tema prácticamente
desconocido. Saben que hubo una “revuelta estudiantil” (como la llama el
gobierno chino), y que ésta afectaba la “estabilidad del país”. Pero muchos no
saben (o no quieren enterarse) que el ejército acribilló a cientos y cientos de
estudiantes desarmados que protestaban y exigían una apertura democrática en el
país, gobernado desde 1949 por el Partido Comunista.
Según las
cifras oficiales, el saldo de aquel 4 de junio de 1989 fue de sólo 241 muertos
(incluidos soldados). Aunque familiares de las víctimas y organizaciones de
derechos humanos hablan de miles de estudiantes muertos. Así hubiese sido uno,
fue un crimen en toda la extensión de la palabra. Pero muchos en China ni se
enteran, porque no quieren o porque no los dejan.
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Típica respuesta de Google al buscar información sobre Tian'anmen |
La
información sobre el tema está censurada casi en su totalidad, especialmente en
Internet. Si se busca en chino algo relacionado con esa fecha, lo normal es que
la pantalla marque un error en la búsqueda. Por eso muchos jóvenes no conocen
la famosa foto de aquel valiente joven que se paró, solo, enfrente de un tanque
del ejército.
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Una de las fotos más famosas de la historia, tomada por Charlie Cole |
En otros
idiomas, como español o inglés, a veces se puede acceder, a veces no. Depende
quizá del humor de los censores.
En las
redes sociales como Ren Ren (el Facebook chino) o Sina Weibo (equivalente a
Twitter) existen miles de personas vigilando lo que la gente escribe, y si se
detecta algo “inadecuado” o “peligroso”, como referencias a la matanza de Tian’anmen
o las protestas en el Tíbet, inmediatamente es bloqueado. En respuesta, muchos
jóvenes han comenzado a usar un lenguaje cifrado para burlar la censura.
En el sitio
de la masacre, la vigilancia es extrema desde hace muchos años. La plaza está
rodeada de rejas, y para entrar hay que pasar por alguno de los varios puestos
de vigilancia, donde policías miran los rostros y piden a todo el que lleve una
bolsa o una mochila que lo pase por la banda de rayos x.
Para entrar a la plaza de Tian'anmen hay que pasar varios filtros de seguridad |
Además, hay
cámaras de video por doquier y se ha establecido un horario para estar en la
plaza: después de las 7 de la noche se prohíbe el acceso a cualquier persona,
bajo pena de cárcel. Y en fechas especiales, policías y personal del ejército
prohíben tomar video no sólo a los periodistas sino a cualquier civil.
El fantasma
de Tian’anmen sigue rondando Beijing, y el gobierno le tiene miedo,
especialmente después de las revueltas en el mundo árabe que derrocaron a
varios dictadores. El Partido Comunista gobierna China desde hace 63 años, y
este 2012 habrá cambio de poderes. Hay nervios y preocupación por posibles
protestas que pudieran desestabilizar al régimen. La censura está más fuerte
que nunca.
Hace poco
un amigo chino que está en México me dijo que admira a los estudiantes del
movimiento #yosoy132, que protestan y luchan por sus ideales, que salen a la calle
y gritan consignas libremente. Pero esta libertad no fue gratis, costó mucha
sangre.
Inevitablemente
recordé la matanza estudiantil de 1968, ocurrida en condiciones similares a las de la plaza de Tian’anmen: un gobierno autoritario y represor, un ambiente
antidemocrático en el país y un ejército cruel que asesinó a miles de jóvenes
en la plaza de Tlatelolco.
La
diferencia es que en México, bien que mal, la sangre derramada dejó herencia, y
hoy todos los que protestan en las calles gozan de libertad, conquista
histórica que se logró con aquel terrible acontecimiento.
Ojalá que
en China, algún día, ocurra lo mismo.