¿Cuál era tu opinión de China antes de conocerla?
Debo ser sincero y decir que,
como muchos, yo sabía muy poco de China. Claro, había leído sobre la Gran Muralla , sobre Confucio,
sobre los grandes inventos chinos de la antigüedad. Pero más allá de esas cosas
que uno puede aprender de los libros y la prensa, desconocía casi todo sobre
este país. Por lo tanto, mi opinión era muy limitada.
En ese entonces decía: “China es
la fábrica del mundo, es un país lleno de cultura por todas partes, con gente
muy trabajadora y disciplinada; es el contrapeso comunista de Estados Unidos, con
un sistema económico diferente que puede ser ejemplo para el mundo…”. Hoy, a
tres años de distancia, sé que algunas de esas cosas que pensaba eran ciertas,
y otras, lamentablemente, no.
Rumbo a China en 2009 / Foto: Juan Carlos Zamora |
¿En qué año viniste a China y por qué?
Llegué a este país en septiembre
de 2009, contratado para trabajar en Radio Internacional de China, la emisora
estatal cuya misión es transmitir hacia el exterior toda clase de propaganda gubernamental,
noticias, programas culturales, música y todo aquello que ayude a reforzar lo
que los expertos denominan el “soft power” o poder blando de China.
Instalaciones de CRI / Foto: Juan Carlos Zamora |
¿En qué ciudad resides?
Vivo en Beijing, la enorme capital,
donde habitan alrededor de 20 millones de personas, según cifras oficiales. Aunque
otros números revelan que la cifra real podría ser de 40 millones, debido a la
gran cantidad de ilegales que vienen de otras provincias a trabajar en la
ciudad y sus alrededores (los chinos sólo pueden mudarse a otro lugar para
trabajar si el gobierno lo autoriza y les extiende un tipo de “pasaporte
interno”). Como sea, son muchísimos chinos coexistiendo en esta urbe.
El nombre “Beijing” viene de 北 (běi), que significa “norte”, y 京 (jīng), que significa “capital”.
Literalmente es la “capital del norte”, y hace referencia a que la ciudad está
en la zona septentrional de China. En la antigüedad, la capital se encontraba
en el sur del país, en la ciudad de Nanjing -南京 (Nánjīng), “capital del sur”.
¿Cuál fue tu primera impresión de China?
Debo decir que, cuando pise
tierra china por primera vez, quedé impresionado. Llegué al Aeropuerto de la Capital , en Beijing, y me quedé
con la boca abierta, pues no sólo es monumental, sino que además es uno de los
aeropuertos más modernos de todo el mundo. Después recorrí en auto los más de 40 kilómetros que
separan el aeropuerto del que hoy es mi hogar, y vi una ciudad llena de
edificios altísimos, avenidas anchas, bien señalizadas y con asfalto en
excelentes condiciones (a diferencia de la ciudad de México); muchos, muchísimos
autos nuevos, mucha gente en todas partes y un constante olor a humo, producto
de la fuerte contaminación que hay en la ciudad (y en toda China).
Poco después de llegar al
departamento donde me instalaría, fui a una plaza comercial a comprar cosas básicas
y me sorprendió ver anuncios de McDonald's, KFC, Coca-Cola y demás en
caracteres chinos (¿acaso no era China un país comunista?), y luego quedé
impactado cuando entré a un Carrefour: era un supermercado como cualquier otro,
pero al mismo tiempo no lo era: había olores distintos, frutas rarísimas, una
cantidad incontable de gente y varios vendedores gritando, vendiendo pescado
fresco que sacaban de unas enormes “peceras” para luego golpearlos y quitarles
las tripas ahí mismo.
Centro comercial en Beijing / Foto: Juan Carlos Zamora |
En resumen, la primera impresión
que tuve de China fue la de un país moderno, contaminado, muy alejado del
comunismo, repleto de gente y con escenas rarísimas que, sí, me hacían sentir
en China.
¿A qué te has dedicado en China durante estos años?
Vine a China a trabajar como
periodista, y aquí he desempeñado todas las facetas de dicha labor. Soy locutor
y he conducido programas de entrevistas, cultura y análisis de la sociedad
china; soy productor de contenido radiofónico y he elaborado cápsulas
noticiosas, deportivas y culturales; soy realizador de videos y he dirigido la
producción de materiales, pero también he ejercido de camarógrafo y editor; soy
reportero, y he cubierto diversos eventos, principalmente de corte cultural y
diplomático; soy corrector de estilo, y he dado forma a miles de textos
traducidos por compañeros chinos al español, los cuales requieren una “manita
de gato” para poder ser comprendidos por los hispanohablantes. En fin, he sido
de todo un poco. Lo disfruto y aprendo de ello cada día.
En el estudio / Foto: Juan Carlos Zamora |
¿En algún momento te has sentido solo, triste o indignado desde que
vives en China?
Sólo y triste, nunca. Soy una
persona muy adaptable a las circunstancias y busco siempre sacar lo mejor de
cada situación, lo que me permite mantener una buena estabilidad emocional.
Debo agregar que tengo pareja en China, lo cual ha sido un importante factor para
que me sienta a gusto y pleno todos los días.
Indignado, sí. Por las
injusticias y las estupideces que veo en China a diario. Ver cómo la gente se
casa sin amor debido a la gran presión social; cómo las mujeres son vistas aún como
seres de segunda categoría; cómo el gobierno chino destruye su patrimonio
cultural en pos de la “modernidad” y, no conforme con eso, acaba con culturas antiguas
como las del Tíbet o Xinjiang; cómo China vende su cara “amistosa” al mundo,
cuando está iniciando una nueva era de imperialismo. Esas cosas me indignan,
claro.
Tumba antigua vs. edificio moderno en Xinjiang / Foto: Juan Carlos Zamora |
¿Alguna historia interesante o graciosa para compartir sobre la
diferencia cultural o lingüística?
Hasta hoy día no puedo hablar
chino. Lo he intentado, pero soy malo para las lenguas y el chino es, de
verdad, un idioma muy difícil de aprender y al cual hay que dedicarle tiempo
completo al menos durante dos años. Me defiendo con lo básico para sobrevivir. Eso
ha sido una limitante para comunicarme con mucha gente, pero también ha
generado situaciones muy divertidas.
En alguna ocasión, con sólo
unos días en China, fui a conocer algunos lugares turísticos de Beijing, y
como no sabía nada de mandarín les hacía señas a todos. Pero aquí las señas son
diferentes. Entonces, cuando preguntaba el precio de algo, me torcían la mano
de forma muy extraña, yo les daba un billete y me daban a entender que no, que
era mucho. Repetían el gesto extraño y yo les daba una moneda, y tampoco le
atinaba. Después aprendí que la forma de decir los números con la mano es muy distinto
que en México.
Aún a señas me he podido comunicar / Foto: Juan Carlos Zamora |
Así se cuenta en China / Foto de http://nuestropedacitodeoriente.blogspot.com |
¿Qué te gusta más de China o qué ventaja crees que tiene vivir en
China?
Hay muchas cosas que me gustan de
China, y por eso sigo aquí. Una de ellas es que, a pesar de la gran destrucción
de su patrimonio, aún conserva una gran cantidad de elementos culturales dignos
de admiración, como los templos, las costumbres antiguas y la gente,
especialmente los ancianos, que son supervivientes de aquella China que leí en
los libros y que ya no es más.
La comida me fascina. Hay una
gran variedad y casi toda la que he probado me ha gustado mucho, tanto los
platillos dulces del sur, los salados del norte o los picantes del oeste. Creo
que el hecho de ser mexicano ha preparado mi paladar para las combinaciones de
condimentos tan extrañas que hay aquí. No quiero decir que todo sea bueno. Hay,
por ejemplo, un platillo que se llama “tofu maloliente”, y el nombre se queda
corto: es un guiso de queso de soya hervido en un caldo de verduras fermentadas
que genera un olor insoportable, pero que a los chinos les encanta. Debe ser
algo similar al gusto de los mexicanos por los tacos de tripa, que huelen igual
de mal.
Fan de (casi toda) la comida china / Foto: Juan Carlos Zamora |
Me han gustado mucho algunos
paisajes de China, especialmente los de la zona musulmana ubicada al oeste del
país, que aún no están tan afectados por la urbanización enfermiza que hay en
este país. Recuerdo en especial la carretera que va de la Región Autónoma Uigur de
Xinjiang a Pakistán, que pasa en medio de ríos y montañas nevadas. ¡Espectacular!
Panorámica de la carretera Xinjiang-Pakistán / Foto: Gabriela Becerra |
Vivir en China tiene muchas
ventajas. Para quienes nos gusta la investigación social, este país es un caldo
de cultivo tremendo. Yo me considero muy afortunado por poder ver en carne
propia los interesantes cambios que está viviendo la nación que, dicen, podría
ser en pocos años la primera potencia mundial. Les doy algunos ejemplos:
Beijing está llena de flamantes y enormes edificios de cristal y centros
comerciales modernísimos, pero en medio de ellos la gente se congrega en gran
cantidad para bailar, o bien, sale con una tinaja de plástico llena de agua a
lavarse el pelo en plena calle, y los niños se bajan el pantalón y se hacen
pipi sin pudor alguno, mientras los papás compran algo en cualquier tienda. La
ciudad se desarrolló tan rápido y tan de golpe, que a los habitantes no les dio
tiempo de acoplarse a la nueva vida citadina. Esa mezcla entre el primer mundo
y la provincia es fascinante.
Niña haciendo pipí en una calle comercial / Foto: Gabriela Becerra |
Ahora, para quien guste de los
negocios y el dinero, es un buen lugar para trabajar o poner una empresa o un
restaurante. Pero en esas aguas no navego.
Doy contexto. Hace poco se
difundieron en los medios de comunicación un par de imágenes de extranjeros
realizando cosas indeseables: uno intentó abusar de una chica en la calle y el
otro insultó a una mujer en un tren. Eso desató una campaña xenofóbica en
China, en la cual comenzaron a revisar pasaportes en todos lados y sancionaron a
muchas personas.
Debo decir que hay cientos de
extranjeros en este país que se comportan como verdaderos hooligans y tratan a los chinos como si fueran de segunda categoría
¡en su propia tierra! Esto, claro, desata la ira de cualquiera, y estoy de
acuerdo en que esa clase de gente no debe tener cabida en ningún lugar.
También es cierto que algunos
chinos ven con recelo a los extranjeros, nos insultan, nos venden las cosas más
caras o tratan de engañarnos para sacarnos dinero. Pero nada de eso justifica
un mal comportamiento en un país que nos ha recibido de buena manera.
Creo que la reciente campaña
antiextranjeros no tiene que ver con esta clase de gente, que existe en todas
partes del mundo. Más bien se debe a una política gubernamental que poco a poco
cerrará la puerta a los foráneos. Me explico:
Hoy somos muchos extranjeros en
este país, pero no porque nos quieran mucho, sino porque el gobierno chino nos
necesita. Quiere gente preparada en ciertas áreas en que los chinos aún no son
buenos, aprenden de nosotros ciertas cosas y, después, cuando consideran que ya
no somos útiles, nos dan las gracias. Pero bueno, durante el tiempo que estamos
aquí no la pasamos mal, así que la cosa no es tan grave.