El pasado 14 de febrero, día del
amor en muchas partes del mundo, se celebraron también 40 años de relaciones
diplomáticas entre China y México, pero con una frialdad digna de los 10º bajo
cero que había en Beijing.
Parece que México no pela a China. Y
a China le importa muy poco México. Suena terrible, pero la realidad así lo
demuestra.
Cuando se cumplió el aniversario del
establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Cuba, ambos países lo
celebraron con bombo y platillo. Cuando le tocó el turno a Argentina, fue
noticia de primera plana en muchos medios. Pero el 14 de febrero que recién pasó
sólo se escuchó a los grillos cantar. Para China, México no existe. Y México sólo
tiene ojos para Estados Unidos.
¿A qué se debe ese no acercamiento entre
una superpotencia y un país importante a nivel latinoamericano?
Dicen las malas lenguas que mucha de
la frialdad se debe a que México recibió en septiembre del año pasado al Dalai
Lama, líder espiritual del Tíbet en el exilio, y que es considerado un “terrorista”
y un “divisionista” por parte del gobierno chino, quien no perdona a México por
ese “pecado”. Y lo peor es que el Dalai Lama prometió volver en 2012, a invitación de
Vicente Fox.
Muchos dirán que “México es un país
soberano y decide por sí mismo quién visita o no su territorio”. Otros alegarán
que “el país le hizo el juego a Estados Unidos, bajándose los pantalones e
invitando al Dalai Lama, sabiendo de antemano que eso enojaría a los chinos”.
Como quiera que sea, el hecho
enfureció, y de qué forma, a los herederos de Mao Zedong. Vaya, hasta obtener
una visa de turismo esos días se volvió un calvario en la embajada de China en
México, donde los representantes consulares veían a los mexicanos como seres
del mal.
Pero más allá de los acontecimientos
políticos, México no representa gran cosa para China, económicamente hablando. Es
cierto, muchos de los productos chinos que se exportan terminan en México, pero
poco a poco eso va cambiando. Ahora Venezuela, Argentina, Brasil, Cuba, Costa
Rica y otras naciones latinoamericanas se han vuelto importantes mercados para
las empresas chinas e, incluso, algunas de ellas han firmado tratados de libre
comercio con el gigantón asiático.
Y hacia el otro lado, las cosas no
pintan mejor. México casi no exporta nada a China, salvo algunas toneladas de
carne de cerdo, chiles de La Costeña y muchos estudiantes universitarios. Y el
pan Bimbo, que tiene fuerte presencia en China, no cuenta, porque ese se
elabora dentro del territorio del dragón mayor.
Y para como van las cosas en la
economía de Estados Unidos y del mundo entero, más le valdría a México comenzar
a tejer nexos con la segunda economía del mundo, que pronto desplazará a
Estados Unidos.
Y para muestra de qué tan frías están
las relaciones, algunos ejemplos:
- La ceremonia más importante en México fue encabezada por Bai Lichen el vicepresidente de la Conferencia Consultiva
Política del Pueblo Chino (órgano asesor del gigante asiático). Es decir,
ni siquiera enviaron a un funcionario de alta jerarquía.
- En China, lo más relevante fue una
aburrida ceremonia, con un adormecedor discurso oficial por parte del embajador
mexicano, Jorge Guajardo.
- En México, sólo el Centro de Estudios China-México de la UNAM organizó un acto serio para analizar los 40 años
de relaciones entre ambos países.
- Pocos medios chinos dieron importancia al
asunto, entre ellos, el Diario del Pueblo y la agencia de noticias Xinhua.
Ustedes
juzguen.
Es que si México voltea a ver al gigante, aunque sea de reojo, nuestro vecino del norte puede que se enoje, más ahora que siente pasos en la azotea, así que mejor no le guiña el ojo ni siquiera en el Día de San Valentín.
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